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Cabo de Gata, Granada y Sierra Nevada

by - viernes, octubre 02, 2020

Alquiler camper Murcia, Alquiler autocaravana Murcia




Un viaje inesperado fue lo que llevaron a cabo Miguel y Cristian, un viaje sin preparativos ni antelación, sólo una idea en la cabeza, la de viajar.
Ellos dos junto a Josephine, la camper protagonista, se embarcaron en un viaje donde el tiempo y el todo lo que hacer harían de este viaje todo un reto. Cuatro días, tres destinos, Cabo de gata, Granada y Sierra nevada.

Partieron de Murcia una tarde sin preocupación de la hora de llegada o de la hora de check-in del hotel, en definitiva, de todas esas típicas preocupaciones de comenzar un viaje. ¿Y por qué? Pues porque ya estaban en ese hotel, o esa casa, la llevaban a cuestas, o más bien, ella les llevaba a ellos. Josephine desde el minuto cero ofrece eso, esa sensación de hogar y de no preocupaciones, y es por eso por lo que el viaje salió rodado nunca mejor dicho.

El viaje comenzó haciendo noche en Las negras, un gran pueblo costero de la costa almeriense, pero no por su tamaño sino por su ambiente, allí, el verano parecía no haber acabado. Una noche de aclimatación a un gran viaje, acompañada de un helado en la orilla de la playa.


Al día siguiente, todo empezó como cabría esperar, amaneciendo junto al sol a orillas de la playa mientras Josephine nos ofrecía un rico café. Nada daba más tranquilidad que desayunar con el sonido del mar de fondo, mientras el sol se encendía simultáneamente al mismo ritmo que uno mismo.

Entonces, después de recoger todo, proseguimos nuestro viaje por la costa almeriense visitando el pueblo de San José o la colonia hippie en la cala de San Pedro, lo que nos llevó toda la mañana.

Ahora bien, había llegado el momento del baño y por ello decidimos ir a Cala Mónsul, donde comimos para recuperar fuerzas. Allí, nos dedicamos a bucear, donde el entorno acuático hablaba por sí solo. Además, sacamos el kayak y remamos por toda la bahía. En definitiva, fue una tarde de lo mas completa, en la que el sol ya empezó a decaer y había que ir pensando en trasladarse hasta el lugar donde queríamos hacer noche, El faro de Cabo de Gata.

En nuestro segundo día, nos levantamos y visitamos el faro, pero nuestro día no se tornaría allí, sino en Granada.

Llegamos a Granada en torno al medio día, la hora justa, la de comer, y por ello recorrimos las grandes calles Navas y Elvira llenas de bares y tabernas típicas de Granada donde la caña y tapa te llena el buche y también el alma. Sobre todo cuando la compañía es buena. Horas después bajamos toda esa comida tomando un buen té en la famosa calle de las teterías.

Y entonces ya estábamos preparados para hacer un poco de turismo por la capital granadina, donde visitamos el famoso Mirador de San Nicolas, La Catedral, sus típicas calles de casas blancas con sus Cármenes dentro del albaicín, La Alhambra a lo lejos y el paseo junto al río Genil o sus calles laberínticas repletas de tiendas de souvenirs.


Ya, a punto de anochecer, cogimos a Josephine y subimos a Sierra Nevada, la cual imponía su presencia durante todo el día desde la misma Granada. Estacionamos el coche en la zona más alta de Pradollano, situados a 2.200 msnm, donde el termómetro marcaba 7ºC, y nos podíamos hacer una idea de lo interesante que sería la noche. Pero Josephine, con su calefacción hizo que el frío no fuera un inconveniente. Una noche en plena montaña, silencio, animales, estrellas, ¿qué más se podía pedir? Yo creo que nada.

Último día, madrugamos porque este viaje tenía un reto marcado desde el principio, coronar el Pico Veleta a 3.398 msnm, una excursión que duró 7 horas, llenas de satisfacción, cansancio, adrenalina, etc, pero que se llevó otro segundo premio, coronar un segundo pico, el Cerro de los machos, con una altitud de 3.327 msnm. Esta excursión tuvo desde subidas interminables hasta bajadas de pedriza suelta muy empinadas, pasando por pasos de paredes verticales con solo 20 cm de ancho, donde la caída de más de 30 metros te hacía replantearte muchas cosas. Lagunas, animales libres, etc. Pero al final todo esto terminó con un sentimiento mutuo para los dos, el de conseguirlo y quitarse esa espinita de querer hacerlo, porque ya lo estaba haciendo, o más bien, lo acababa de hacer.



Y es con este último objetivo con el que concluyó nuestro viaje, porque horas después, nuestro hogar, Murcia, nos volvería a recibir con las manos abiertas deseando contarle a familiares y amigos toda nuestra aventura.

Y no hay mejor final que saber que pronto habrá otro comienzo…

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